lunes, 30 de noviembre de 2015

Expedición del Humla Karnali. La joya del Nepal más remoto

El Humla Karnali es el río más largo y más caudaloso de Nepal. Comienzas el descenso del río en las montañas del norte del país, junto a la frontera con Tibet y terminas en el sur, en medio de la jungla casi en la frontera con India, y teniendo en cuenta además la de días que te pasas en el río y la alta dificultad y calidad de sus rápidos, hace que probablemente sea ésta la mayor expedición que se puede hacer en el país y una de las mejores en todo el mundo.

Nuestra idea original era la de viajar a Simikot en avioneta, pero el problema político que está teniendo el país con un férreo bloqueo de entrada de combustibles por parte de India, hizo que esta posibilidad tuviera que ser descartada desde el inicio por el elevado coste del vuelo. Pero esto, lejos de hacer que desistiéramos en nuestra idea, simplemente hizo que la aventura se convirtiera en una aventura aun mayor, si cabe.

Teniendo en cuenta que esta es probablemente la zona más remota de todo Nepal, el camino no fue sencillo. Invertimos 3 días de bus y 1 día de jeep hasta llegar a la zona de Mugu, donde terminaba el camino, y desde allí no nos quedó otra opción que seguir a pie. Tras un frustrado intento de hacer todo el camino porteando los kayaks nosotros mismos (no estamos tan fuertes como nos pensábamos), decidimos tomar unos porteadores que nos ayudaran en la tarea.
Una experiencia que a priori podía resultar muy atractiva y excitante, fue perdiendo encanto a lo largo que se sucedían los días. Sabiendo que los kayaks son pesados e incómodos de cargar, y con la intención de ayudar un poco a la gente de la zona, que buena falta les hace, pagamos un buen dinero por la ayuda. Pero las broncas se sucedían con los porteadores, que siempre querían ir más lento y cada día pedían más dinero, lo que podía con nuestra paciencia. Además los grandes desniveles de los Himalayas nos machacaron las piernas durante los 7 días que nos llevó el trekking, que terminaron por hacerse bastante largos.
Primer día de trekking y último día sin porters...
Una vez llegados a la zona de Simikot, donde comienza el descenso del Humla Karnali más habitual, nosotros teníamos la idea de sumarle un pequeño trozo más al río. Con esta firme intención quisimos ir a explorar uno de sus mayores afluentes, el Chuwa Khola, que nunca antes había sido explorado y que intuíamos podía ser un buen río, debido al desnivel que mostraba el perfil en el mapa y el caudal que aparentaba tener en algunas fotos que pudimos encontrar de gente que había hecho trekking por la zona.
Vista del valle del Chuwa Khola
Aunque cierto es que en torno a los últimos 5-10 kilómetros eran navegables, con buen caudal y con aparentemente buenos rápidos, arriba aparecía una antigua morrena glaciar que hacía que de repente el río se adentrara en un tremendo caos de rocas de insalvable desnivel durante varios kilómetros, y más arriba el río se quedaba sin agua y muy plano. No merecía la pena. Primer cartucho gastado.

Nuestra segunda opción era intentar ir más arriba en el Humla Karnali, e intentar repetir el descenso del Shiva Gorge que realizaron un grupo de americanos más de 15 años atrás y nunca después ha sido repetido. Sabíamos que ellos realizaron este descenso en Abril, con un caudal mínimo en el río, lo que nos hacía pensar que quizás fuera imposible descenderlo con un caudal alto, como el que tendríamos nosotros. Y así es, el río parecía muy peligroso ya al final del cañón, y con el cansancio que veníamos acumulando, sumado a lo justos que andábamos de tiempo y con lo difícil que es moverse por la zona, nos hicieron pensar que sería mejor no adentrarse…
He de admitir que me dio mucha pena no poder acercarnos un poco más allí adentro, pero otra vez tendrá que ser.

Al final comenzamos el descenso debajo de Simikot, demasiado cansados para lo que nos hubiera gustado, pero con una tremenda ilusión por ver con qué nos sorprendía el Humla.
Foto de rigor antes del comino del descenso
Probablemente el primer día sea el peor de todos. Comienzas bien cargado, con unos 40kg de peso en el kayak, y lo primero que te encuentras son varios cañones con varios tramos infranqueables con sucios sifones y caos de rocas. Te pasas casi 3 horas porteando el kayak por la orilla, para adentrarte, al fin, en el río esperado.

El río comienza fuerte, ya con buen volumen de agua, con intensos rápidos que te pillan aun un poco dormido. Cuesta hacerse al barco, hacía tiempo que no navegábamos con tanto peso en el kayak y se hace difícil llevarlo como quieres, no responde bien a tus órdenes y sientes que todas las corrientes te afectan demasiado. Es verdad que remar rápidos de clase 5 bien cargados no es algo que a nadie le guste mucho, estás expuesto, eres lento, tienes que hacer el doble de esfuerzo, y como nades… mejor no pensar en eso.... Pero ésa es la esencia de la expedición y al final te acabas acostumbrando.
Uno de los primeros cañones del río, aún con no demasiada agua
Nos llevó 6 días descender el Humla Karnali. 6 intensos días en los que el río va alternando constantemente tramos de clase 4 y 5, va ganando caudal cada día y cuando crees que ya has tenido que pasar lo más difícil te sorprende con nuevos e impresionantes cañones con tramos muy divertidos. Si tuviera que destacar algo de este río, sería su continuidad. Cierto es que todo suma y que el lugar es remoto, es verdad que el paisaje es precioso, también es verdad que culturalmente es un shock, pero como soy piragüista me quedo con los 6 largos días de buenas aguas bravas non stop que ofrece, dentro de ese marco incomparable ya descrito.
Nacho al final del "Millhouse rapid"
Asier en busca de otra buena línea
Mino, preparado para una buena rebufada
Yo mismo buscando otro buen boof más, entre otros cientos que nos ofreció el río
Cuando estás en una expedición de este tipo la vida es sencilla: Te levantas hacia las 7 de la mañana, desayunas cerca del fuego y aun con pereza en el cuerpo entras al agua para quitarte las legañas. Remas en torno a 6-7 horas en los que estás tan centrado en el río que te olvidas completamente de comer (alguna barrita si te acuerdas) y paras en alguna playa de arena algo antes de que anochezca (17.30 ya era de noche) para montar campamento y buscar algo de madera para la hoguera. Cenas unos chapatis (una especie de talo que hacíamos con harina) y algo de arroz blanco si te queda, y tras comentar las batallitas del día para las 19.30-20.00 ya estás roncando.
Calentándonos al fuego
Otro campamento más bajo las estrellas
Una vez terminado el Humla, pasada la confluencia con el Tila Khola, el río se tranquiliza y vienen días de relativa calma. Aun durante un par de días más el río sigue con rápidos de clase 3-4 hasta encontrarse con el tramo comercial del río Karnali. Es el lugar más feo del río, donde una pequeña pista se acerca al río y se empieza a ver mucho movimiento de autobuses y camiones, muchos pueblos y demasiada suciedad. En este punto tuvimos una de las mayores crisis del viaje. Debido a la baja calidad del agua del río nos veíamos obligados a echar pastillas potabilizadoras al agua, pero esto nunca es suficiente y abogas a la suerte para no pillar ninguna enfermedad. Todos nosotros fuimos teniendo episodios de diarreas pero en el comienzo del Karnali Nacho terminó por ponerse enfermo. Fuertes dolores de tripa, malestar, mareos, vómitos y diarrea son claros síntomas de la Giardia, una enfermedad común en la zona por la baja calidad del agua.
Nacho no se podía ni mover y aunque hicimos muchos esfuerzos por ayudarle, sintió que en esas condiciones no podía seguir. Tentado por la  cercanía del camino en ese punto, prefirió salirse y buscar un lugar donde recuperarse. Nos dio pena, porque siempre es bonito terminar la aventura con los que la has empezado, pero si en algún lugar tenía que salirse era ese, ya que a partir de ahí el río volvía a introducirse en un entorno salvaje del que la única manera de salir era por el río, y no se sentía como para ello.
Nosotros aprovechamos este punto para comer bien y reponer fuerzas, y también para reabastecernos para los últimos días.
Mino bajo las atentas miradas de una extraña tribu que nos encontramos en uno de los campamentos llegando al Lower Karnali
Con una baja en el grupo y ya en bajo estado de forma por el cansancio acumulado de tantos días de expedición nos adentramos en el último tramo de río, el comercial.
Yo había oído que este es un tramo muy bonito con algunos fuertes rápidos, donde la corriente empujaba mucho, pero he de admitir que me decepcionó un poco no, bastante.
Mucho plano y pocos rápidos decentes fue lo que tuvimos durante los tres últimos días finales en los que más que una navegación en aguas bravas fue un paseo entre colegas un tanto tortuoso. Al ver que el río era liso nos empezó a entrar el ansia por llegar a nuestro destino. En el mapa calculamos que tenían que ser algo más de 100km, que no nos tenían que llevar más de dos días, pero no contamos con los enormes meandros que dibujaba el río y que hacían que la distancia se multiplicara. No fueron pocas las bromas que hicimos pensando que Nacho ya sabía lo que se venía y no nos quiso decir nada… el río daba para bromas.
No podíamos quedarnos sin probar los "dungas" locales
Día de relax para terminar el viaje
Al final, 11 días después de comenzar el descenso en Simikot llegamos a Chisapani, en la provincia del Terai, cerca de India.
Un descenso completo, que tuvo de todo y que sobrepasó las expectativas con creces. Ha sido un proyecto que nos ha exigido mucho más de lo que esperábamos, y que demuestra que aún hay muchos lugares en los que la palabra aventura toma su máximo significado.
Ha sido un descenso que hemos realizado al estilo de los antiguos exploradores, caminando, con porteadores, cargando todo con nosotros y sin ayuda de medios mecánicos externos. Una aventura al más puro estilo Himalaya.

He de admitir que no pensaba que aún hoy en día pudiera vivirse una experiencia así en un lugar como Nepal, tan turístico en principio, pero tan salvaje en realidad. Adentrarse en la zona del Humla es como retroceder 500 años atrás, donde no hay electricidad, ni agua corriente, donde todos viven de lo que cosechan y donde el comercio se hace a pie o con burros (también vimos alguna cabra porteando…). La gente llega allí, se asienta en un lugar y se hace su casa con lo que encuentra en la zona. Empiezan a hacer algunas escuelas pero la gente aún no habla ni una palabra de inglés y el nepalí es totalmente diferente al que se habla en otros sitios, lo que complica, y mucho, la comunicación. Los extranjeros son aún allí como un mono de feria, algunos niños se asustaban con nuestra presencia y las aldeas se alborotaban a nuestro paso. Un shock.

Experiencias de este tipo no hacen más que aumentar las ganas de seguir explorando y conociendo. Lugares como este inspiran y te hacen ver las cosas de otra forma. Cómo vive la gente y lo simple que puede llegar a ser todo, pero lo mucho que nos gusta complicarnos.
Estos lugares son un oasis del mundo occidental, un lugar donde el tiempo tiene otro ritmo y en el que es muy sencillo dejarse llevar. Aunque cierto es que para mí, lo bonito es poder vivir la experiencia pero poder volver después a tu mundo, como retrocediendo y avanzando en una máquina del tiempo. Porque complicarse es divertido, y aquí te sientes más afortunado que en cualquier otro sitio, porque nosotros sí tenemos la suerte de poder complicarnos.