viernes, 10 de abril de 2015

Creo ver una luz al final del túnel

Me siento ante el ordenador como si de un confesionario se tratara. Hace meses que no escribo nada, porque la verdad es que no hay nada que contar. ¿Lo hay ahora? No lo sé… pero ya que estoy sentado delante del teclado…

Hace ahora nueve meses desde que me sacara el hombro en Noruega. Me sentía bien, estaba en forma, estaba remando mejor que nunca, tras varias operaciones y muchos meses (años diría) de rehabilitación por fin disfrutaba de nuevo en el agua, había remado mucho en los últimos meses, metiéndome casi cada día al agua, volvía a disfrutar de mi deporte, volvía a sonreír, pero el cuerpo volvió a decir no. Me volví a romper. Sin previo aviso.

Ahí di por hecho que no volvería a remar nunca más como antes, la sensación era que nunca más podría disfrutar del kayak como lo había hecho hasta entonces. Mis amigos lo saben, di por hecho que esto del kayak se terminaba para mí. Me despedí. Una operación más, la cuarta en 5 años y la tercera en el mismo hombro era demasiado para mí… y no tenía claro que una operación fuera a cambiar nada.

No hay nada peor que perder la ilusión, perder la fe. Uno se refugia en familiares y amigos, e intenta estar distraído. Pero sabe que ha de hacer algo, tomar una decisión.
Tenía claro que no volvería a someterme a la misma operación, que ya había fallado dos veces, pero tampoco sabía qué podía hacer. Entonces, Oier Oregi (de Gogortuz Fisioterapia), mi fisio, y el de una gran parte de los deportistas vascos, me habló de un paciente suyo que tuvo el mismo problema que yo. Tras dos recaídas se había sometido a una novedosa operación, que se trataba de colocar un “tope óseo” en el hombro, para evitar así que se volviera a salir, y ahora mismo este deportista (portero de fútbol) se encontraba totalmente recuperado y jugando en primera división. Eran buenas noticias.

Me interesé por el tema, y en seguida pudimos contactar con el especialista que se dedica a hacer este tipo de cirugías, el doctor catalán Carlos Torrens. La cosa me convenció, imaginaos cuánto, que diez días después ya había pasado por quirófano.

La rehabilitación ha sido lenta. Llevo ya casi ocho meses y aún no estoy recuperado del todo. Durante meses (fruto de la impaciencia) pensé que no volvería a estar bien, que la cosa no había salido según lo esperado. Ahora creo ver la luz al final del túnel. Tenue, pero la veo.

Hace ya tres meses que remo suave en agua parada, pero poco más de un mes desde que soy capaz de remar en aguas bravas (no más de clase 3). Los dolores van disminuyendo y cada vez puedo remar con más intensidad, aunque aún bastante limitado.

Pero ya estoy volviendo a entrenar casi todos los días, mi cuerpo va recuperando un aspecto “normal” (que había sido descuidado en los últimos meses) aunque queda trabajo por delante, y poco a poco me voy atreviendo a hacer más cosas.
Voy tranquilo y me lo tomo con calma, dejo que las sensaciones me guíen e intento escuchar al cuerpo. No me planteo objetivos a corto plazo y lo único que quiero es volver a disfrutar con este deporte. Ahora creo que va a ser posible, ¿A qué nivel? El tiempo lo dirá…

Quiero aprovechar para agradecer a todos los que me han ayudado en todo este proceso, a los doctores Carlos Torrens y José Achalandabaso; y a los fisios Oier Oregi, Igor Sancho y Mónica Guadilla. Gracias por hacer posible que me vuelva a montar en un kayak. Merci, milesker.

También quiero recordar a dos compañeros a los que se ha llevado el río en estos últimos meses. El peruano “Juanito” de Ugarte y la kiwi Louise Jull. Dos muy dolorosas noticias, una en cada esquina del mundo, pero que tocan cerca. Dos personas que vivían la vida intensamente y que contagiaban ese entusiasmo y alegría a los demás. Está claro que este deporte nos da mucho pero a veces también quita mucho. DEP.

Estos sucesos nos hacen relativizar las cosas.



A ver cómo va todo de aquí en adelante, pero ojalá que pueda volver a veros a todos pronto remando algo por el Pirineo. Eso sería bueno. No queda mucho.

¡Nos vemos en el río!